martes, 13 de noviembre de 2007

Artículo Alfonso Ortiz

LA RONDA, EL RONDA Y EL RONDADOR

Alfonso Ortiz Crespo

Hasta inicios del siglo XVIII, el límite sur de la ciudad de Quito fue la gran quebrada de Ulluguangayacu, conocida por los españoles como de los Gallinazos, pues al ser este gran barranco uno de los lugares donde habitualmente se arrojaba la basura de la ciudad, estas aves carroñeras debieron estar frecuentemente sobrevolando para aprovechar los desperdicios y limpiar el lugar.

En el borde norte de la quebrada se generó en los primeros años del siglo XVII, un camino que seguía el irregular recorrido de la hondonada y que con el paso del tiempo se le conocerá con el singular nombre de calle de la Ronda.

¿Cuál es el origen del nombre? Podemos plantear varias hipótesis, sin embargo, los más probable es que sea el empleo de un término venido de la España medieval, pues camino de ronda se llamaba a la vía interior al pie de las murallas, que se dejaba libre en las ciudades fortificadas, para la movilización de los soldados y por la que regularmente patrullaba un piquete, para seguridad de los vecinos. Siendo nuestra calle la postrera de Quito por este lado, junto al gran foso natural, se la llamó de esta manera.

Por esto, con el mismo sentido de vigilar, apareció el término rondar y de ahí a llamarle ronda o rondín al vigilante, y rondador al silbato que utilizaban. Pero esta figura para el mantenimiento del orden en Quito fue tardía y solamente creada por el Presidente Carondelet a inicios del siglo XIX, cuando los propietarios de tiendas solicitaron el 30 de octubre de 1802 a la Junta General de Comercio que tomara medidas urgentes para prevenir los robos[1].

Entre las normas de vigilancia propuestas […] figuraban algunas interesantes, como las siguientes: que desde las seis de la noche saldrían seis mozos […] para repartirse por las calles y examinar los candados por si estuviesen mal echados con llave, sin ningún costo para el dueño; que una vez oscurecido, puestos los faroles cada media cuadra, cada rondín revisaría su cuadra cada media hora, armado de lanza, haciendo que se cerrasen las puertas de la calle (y revisando su interior) para que no se ocultara nadie; que los rondines se avisarían cada cuarto de hora con un pito y se cambiaran cada hora de cuadra; que se preguntaría a cada persona que transitara por las calles de comercio por qué iba por allí y siendo sospechosa se avisaría con el pito a otros rondines y se le arrestaría, etc.[2]





































RONDÍN, CUIDADOR DE LOS ALMACENES
ÁLBUM DE ACUARELAS DE LA BIBLIOTECA NACIONAL DE MADRID


Por su parte, el historiador Carlos Manuel Larrea, en su biografía del Barón de Carondelet asegura que el origen del nombre rondador, dado al instrumento que los europeos llamaban flauta de Pan, se debe a su uso por los rondas. Él dice:

Los ladrones y maleantes, a fin de desorientar a los serenos que hacían la ronda, pitaban en un lugar y luego se escondían, dejando libre de vigilancia, siquiera por breve tiempo, el barrio que habían elegido para sus fechorías.

Para desvirtuar la táctica o ardid de los malhechores, Carondelet ordenó cambiar los pitos de los serenos por la flauta de Pan, instrumento en el que los que hacían la ronda modulaban un acorde convenido para cada noche. De allí viene el nombre de rondador dado a la flauta de Pan, instrumento musical usado por los aborígenes prehistóricos de las provincias de Manabí y de Esmeraldas, desde siglos antes de nuestra Era[3].

Como se dijo, el recorrido de la calle de la Ronda, acompaña a la antigua quebrada de los Gallinazos, llamada desde mediados del siglo XVII quebrada de Jerusalén. Su nombre cambió a raíz del encuentro en su borde de varias hostias regadas por el suelo, junto al sagrario robado la noche del 19 de enero de 1649 en la cercana iglesia del monasterio de Santa Clara. Descubiertos los autores del robo sacrílego varios meses después, fueron condenados a la horca y sus cuerpos arrastrados y descuartizados.

Poco tiempo después, a instancias del Obispo Agustín de Ugarte y Saravia, levantó la fe del pueblo quiteño en el mismo sitio del hallazgo, una humilde capilla llamada oficialmente de Jerusalén, pero que se la conoce desde entonces con el nombre de capilla del Robo. La precaria construcción debió reedificarse muchas veces a lo largo de los siglos.



















LA CAPILLA DEL ROBO, JUNTO A LA QUEBRADA DE JERUSALÉN
EN UNA FOTOGRAFÍA DE FINALES DEL SIGLO XIX

En la Ronda, se diferencian claramente dos tramos divididos por la actual calle Guayaquil: el del sector Este, que describe una amplia curva hasta pasar por debajo de la calle Maldonado a través del llamado “Puente y Túnel de la Paz” edificado en el año 1864, y el del lado Oeste, desde la Guayaquil hasta empalmar con la Av. 24 de Mayo, pasando por debajo de la calle Venezuela en el denominado “Puente Nuevo”, construido en el año 1909 en la presidencia del general Eloy Alfaro.































DETALLE DEL PLANO DE JORGE JUAN Y ANTONIO DE ULLOA DE 1748,
EN EL QUE SE VE LA CALLE DE LA RONDA

La antigua calle del Mesón, actual Pedro Vicente Maldonado, fue mejorada entre 1862 y 1875, como parte inicial de la carretera al sur, obra del gobierno de García Moreno. Para salvar la quebrada de Jerusalén se reemplazó al añoso puente de los Gallinazos con el llamado Puente y Túnel de la Paz, con diseño y construcción del arquitecto inglés Thomas Reed. La obra, de recia mampostería de piedra, permite la circulación por la calle de la Ronda, a través de un túnel transversal que corre bajo la calzada del puente.

























EL PUENTE Y TÚNEL DE LA PAZ HACIA 1870
FOTO DE AUTOR DESCONOCIDO
ARCHIVO HISTÓRICO DEL BANCO CENTRAL DEL ECUADOR

La Ronda se convirtió en el siglo XX en el prototipo de la calle colonial. La estrechez de la calzada, su irregular trazado y las tradicionales casas de patio, con balcones y aleros y una que otra con paredes panzudas, brindan a la calle una imagen romántica, que recuerda a algunas calles típicas de Andalucía. A su trazado se suma la fuerte pendiente de los lotes, pues se ubica en el declive de la plataforma superior de Quito que desciende desde la plaza de Santo Domingo a la antigua quebrada de Jerusalén, ahora canalizada e irreconocible.






























LA CALLE DE LA RONDA

La calle continuaba por el Oeste, siguiendo el borde Norte de la quebrada, hasta la actual calle Imbabura, llamándose a mediados del siglo XIX el sector más alto Paseo del Robo. Ya para la segunda mitad del mismo siglo a la Ronda se le bautizará oficialmente como Juan de Dios Morales, prócer de la independencia, quien fuera secretario del Presidente Carondelet.

La avenida 24 de Mayo, aparecerá a partir del relleno de la quebrada de Jerusalén, iniciado por Francisco Andrade Marín a finales del siglo XIX. Más adelante, la Junta del Centenario de la Batalla del Pichincha, organismo expresamente conformado por el Congreso para celebrar este hecho histórico, resolvió realizar varias obras de mejoramiento urbano, entre ellas la canalización de aguas servidas y la novedosa pavimentación asfáltica de algunas calles de la ciudad, siendo uno de sus mayores proyectos el Bulevard 24 de Mayo, inaugurado el 25 de mayo de 1922. Esta vía se convertiría en ese entonces en la más ancha y moderna de la ciudad.

Se desarrollaba entre las calles Venezuela e Imbabura, como un paseo con tres vías separadas por anchos parterres arbolados. A la altura de la capilla del Robo, se levantó una columna coronada por un cóndor con las alas desplegadas, en honor a los Héroes Ignotos, diseñada por el arquitecto italiano Francisco Durini. En sus primeros lustros la 24 de Mayo se volvió uno de los lugares más frecuentados de la ciudad, abriéndose, entre otros locales, dos salas de cine en sus costados. Más tarde se ubicaron en ella varias actividades populares, entre otras, un mercado de utensilios de cocina y vajillas, un mercado de flores y una feria de muebles. Pero el proceso de abandono de los habitantes tradicionales de la ciudad vieja, en la segunda mitad del siglo XX, para trasladarse a áreas de desarrollo moderno, conllevó el deterioro de la avenida, la que se convirtió paulatinamente en zona roja e insegura.

A mediados de la década de 1980 se inició la ejecución de una vía transversal por debajo de la 24 de Mayo, para unir las avenidas Occidental y Oriental. El viaducto se trazó en el mismo lecho de la antigua quebrada, por lo que fue necesario destruir la avenida, llegar al fondo y construir una nueva alcantarilla y, sobre ella, dos vías superpuestas, cada una para una dirección de circulación vehicular. Al ejecutarse la obra muy lentamente, se produjo la degradación y abandono del sector, creciendo la inseguridad.

La obra se culminó en la administración municipal de 1988 a 1992 y sobre la gran losa de cierre del viaducto se diseñó un nuevo espacio, tomando en cuenta la relación de los monumentos de primer orden del sector, como el Museo de la Ciudad, los monasterios del Carmen Alto y de Santa Clara y el hospicio San Lázaro; monumentos menores como la capilla del Robo o la columna a los Héroes Ignotos; edificios de interés para el desarrollo de proyectos múltiples o de vivienda, como la Casa de los Siete Patios, la antigua Cervecería Victoria, etc. La administración municipal actual intervino en la zona, eliminando las cachinerías o casetas de comercio de artículos robados y rediseñando la avenida para volver a la imagen arbolada y ajardinada del antiguo “boulevard” e instalando el monumento del Dr. Eugenio Espejo, tras el antiguo hospital San Juan de Dios.

[1] Manuel Lucena Samoral, “La ciudad de Quito hacia mil ochocientos”, en Separatas del Tomo LI, nº 1 del Anuario de Estudios Americanos, Sevilla, E.E.H.A, 1994, pp. 156-157
[2] Ibíd., nota al pie, p. 157. La información referida viene del Archivo Nacional de Historia del Ecuador (ANHE), Gobierno, 1802-1804.
[3] Larrea, Carlos Manuel, El Barón de Carondelet, XXIX Presidente de la Real Audiencia de Quito, Corporación de Estudios y Publicaciones, Quito, 1969, p. 207-8.

No hay comentarios: